Festival Ubrooklyn Rules This Game (XXIII Edición, 28 y 29 de julio en Ubrique)
Dedicado a personas de este mundo que a través de una pelota de baloncesto aún oyen el ritmo de su corazón, aún son capaces de sentirse apasionados mediante la interacción entre sus manos y un objeto tan simple y tan perfecto como una esfera, y que convierten el deporte de la canasta en poesía en movimiento.
“Ubrooklyn es un sentimiento, es un movimiento”.
Estás en una cancha de barrio, permaneces delante de la canasta. Quizá sea Galicia, Andalucía o Sicilia. El estómago te presiona en el más profundo de tu interior. En el cielo nubes ahumando el terreno de juego por encima de tu cabeza. En tus laterales, una imagen no muy atractiva a los ojos, basura, desechos, y una pista olvidada de cuidados por los responsables. Mientras, en tus auriculares, se oye una música, un dj automático que eres tú. Y en la lista de reproducción clásicos del hip-hop -Jay Z, Common, Fabolous o Pharrell-alargando lo que serán tus próximas 2 ó 3 horas de entrenamiento al aire libre, al ritmo de una pelota.
Mientras se va escondiendo el sol por la montaña, una sensación de estabilidad y tranquilidad invade el entorno, y te ves capaz de encestar a oscuras, con los ojos cerrados o con una sola mano.
El primer bote suave, al igual que la escala de colores, se intensifica la cadencia de dribling y carrera. El jugador, el baloncesto y la cancha conectan sin condicionantes. Con cariño y con un lenguaje universal, el del disfrute. Será que no hay atleta competente sin disfrute…
A escasos minutos de la puesta de sol, hay un reto, conseguir diez lanzamientos a canasta consecutivos. Podrías continuar así horas, pero imaginas que es el final del cuarto y que en ti está el triunfo del equipo.
Ahora imagina así. Ocurre cada vez que cada atleta llega a su pico de rendimiento diario. Primero atas las zapatillas, después chirrían en contacto con la cancha, a continuación estás en el escenario de juego y con la pelota en tus manos realizas tus primeros lanzamientos sin jefes ni autoridades que ordenan.
La pista está vacía, tú vas acercándote al silencio interior, a esa sensación de estar unido al entorno, porque eres hijo de la tierra y convives a cada momento con las circunstancias externas.
Tus botes y tus movimientos alrededor de la pista se convierten en oleadas, giros, sprints, saltos, series de botes continuos y lanzamientos a canasta que empiezan en tu dedo más gordo del pie y terminan en el más delgado de tu mano dominante.
Mientras, recuerdas, agotado de cuando en cuando por tus ejercicios, que hay un equipo o un grupo de amigos, una especie de familia agregada a tu vida que sigue tus mismos hábitos.
Que bota, que lanza, que pasa, que respira exhausto durante un esfuerzo al final del cuarto y que la sinfonía conjunta final hace que merezca la pena estar entre basura o desechos.
El cambio está en camino, quizá sea un cambio sinérgico, y puede que durante ese cambio constante mejoren las instalaciones, consigas un bote endiablado y que nadie huela tu ritmo, o puede que al final de cada entrenamiento, actividad o evento tu entorno valora con un gesto de agradecimiento tu esfuerzo físico, mental y humano.
Dedicado a personas de este mundo que a través de una pelota de baloncesto aún oyen el ritmo de su corazón, aún son capaces de sentirse apasionados mediante la interacción entre sus manos y un objeto tan simple y tan perfecto como una esfera, y que convierten el deporte de la canasta en poesía en movimiento.
Que no es el destino, sino el camino.